Publicaciones sobre la experiencia docente del CCH

Ser docente es ir más allá de lo que decimos, es más bien lo que hacemos
Nuevos Cuadernos del Colegio Número 3


Fecha: 2013-11-28
Área: Ciencias Experimentales
Materia: Biología I y II
Temática: Concreción de los principios del Colegio
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Autor(es)
Yolanda Isabel Arechavaleta Hernández

Palabras clave: alumnos críticos y creativos, aprender a aprender y aprender haciendo para aprender a ser, formación docente, interés en los alumnos.

Una de las cualidades del ser humano es la capacidad de trascender. En el ámbito cultural, esa trascendencia ocurre cuando una persona es capaz de influir en la vida de los demás. Hace más de 40 años, de manera muy atinada, el Dr. Pablo González Casanova, junto con otros docentes, diseñó y puso en marcha un proyecto educativo innovador, que repercutió en la población de jóvenes que han pasado por el Colegio de Ciencias y Humanidades. Lo más importante de este proyecto fue la formación de estudiantes críticos y creativos, lo cual se logró a partir de los principios de aprender a aprender y aprender haciendo para aprender a ser.

Me detengo en aprender a ser, porque, desde mi punto de vista, el humanismo, que considera el ‘ser’ lo más importante, implica la formación en valores humanos, donde la responsabilidad, la autonomía académica, la solidaridad y la honestidad son imprescindibles. No obstante, son valores complejos para el trabajo en el salón de clases, por su alto contenido de subjetividad, por la forma de trasmitirlos y porque se enseñan con el ejemplo; esto significa un gran compromiso, ya que los docentes debemos demostrar con nuestro comportamiento que poseemos esas cualidades.

En mi caso, cuando conocí las ideas del Dr. Pablo González Casanova, apenas tenía 22 años. La vida era un sueño que realizar, la esperanza de contribuir a cambiar la sociedad formó parte de mis ideales y durante más de 40 años me he esforzado por prepararme, no sólo a partir de la literatura y de la práctica docente, sino también en el Colegio, donde han sido muy importantes las condiciones de mi desarrollo docente. Cuando inicié mi práctica, tuve la suerte de ser fundadora del Colegio, junto con muchos profesores que habían sido compañeros y amigos de la Facultad. La mayoría éramos de la misma generación, todos jóvenes con mucho entusiasmo y dedicados exclusivamente a ser docentes; por lo que no he luchado sola, he tenido la suerte de compartir con mis compañeros de trabajo las mismas metas.

Con esta gran tarea por delante y convencidos de que sólo a través de la educación lograremos una sociedad mejor, reduciendo la desigualdad social y la violencia, hemos trabajado arduamente, con el propósito de seguir considerando al estudiante como el centro de nuestras acciones. La preocupación por los jóvenes se ha convertido en parte de nuestra vida. En esta perspectiva y desde mi experiencia, considero que aquel modelo de formación de estudiantes críticos y creativos se ha ido transformando por la influencia de las políticas neoliberales. A partir del Tratado de Libre Comercio impuesto por Carlos Salinas de Gortari, este modelo descuidó los valores humanos, para dar paso al aprendizaje de habilidades que desarrollan la competencia en lugar de la cooperación. Los profesores del Colegio nos hemos enfrentado a mecanismos de “evaluación”, que más bien han sido de calificación, y a veces hasta de descalificación, de nuestra docencia; infinidad de lineamientos y de informes que solicitan datos concretos y objetivos del desarrollo de un proceso que tiene un alto grado de subjetividad. Qué forma de desvirtuar la verdadera evaluación, que debería de ser dialogante y con el propósito de mejorar en lugar de descalificar y, en algunos casos, hasta de bajar el sueldo a una persona, porque la institución nos pide datos concretos de algo que, por su naturaleza compleja, no puede ser minimizado en una prueba escrita y enviar evidencias del aprendizaje de algo.

Sin embargo, y a pesar de lo anterior, la esperanza es lo último que se pierde, y por eso hablo de una lucha constante por lograr orientar a los jóvenes para que aprendan a ser mejores ciudadanos, que aprendan a defenderse en la vida, que aprendan a resolver los problemas de manera fundamentada, a trabajar en equipo, a ser críticos y creativos, a no perder la ilusión de mejorar las condiciones sociales en que les tocó vivir.

En el Colegio, también hay muchos aciertos, como la oportunidad que hemos tenido de participar en la creación de una maestría en Educación Media Superior. Cuando ingresé, sólo me evaluaron los conocimientos disciplinarios; ahora se requiere tener formación pedagógica, lo cual es un gran acierto del que estoy convencida, ya que es más complejo ser docente que ser bióloga.

Una de las cosas que más valoro de ser docente es la comunicación con los estudiantes. Los jóvenes nos contagian su juventud, sus ganas de vivir, sus alegrías, pero también sus preocupaciones, que incluyen condiciones sociales difíciles, como las de los jóvenes que acuden a una escuela pública, muchos con escasos recursos. A veces decimos: “A mí sólo me toca enseñar y no puedo resolver los problemas personales de los estudiantes”; en el fondo, quisiéramos tener la posibilidad de poder mejorar las condiciones que tienen.

Hace años compartí a un estudiante con la profesora Mary Cervantes, gran amiga mía, compañera en las investigaciones educativas relacionas con estructura curricular, ella de Ciencias de la Salud y yo de Biología. Ambas éramos profesoras de Vladimir, en el plantel Naucalpan. Vladimir, un joven inteligente que llegaba al plantel sin haber desayunado. A ese grupo también acudía otro alumno que vendía chocolates en los descansos para tener dinero para su transporte al Colegio. Lo que se me ocurrió hacer es que, al principio de la clase, le decía al alumno de los chocolates que les repartiera uno a cada compañero y yo se los pagaba, con la idea de aportar algo de energía a Vladimir. En fin, las dos profesoras comentamos ese caso, así como muchos otros.

Infinidad de ejemplos como éste se dan en el Colegio con mucha frecuencia. Afortunadamente tenemos la oportunidad de trabajar colegiadamente con nuestros compañeros y así actuar de forma cooperativa, en un trabajo diametralmente opuesto al modelo docente neoliberal que se olvida de los valores y del lado humano del profesor.Ì