Publicaciones sobre la experiencia docente del CCH

Memoria

Memoria es un sitio Web que irá recogiendo los testimonios que sobre sus experiencias han dejado y seguirán generando los profesores del Colegio. Se trata de un deber de reconocimiento y de un instrumento para que los profesores nuevos saquen provecho de los aprendizajes de los más antiguos y por su propia cuenta puedan seguir construyendo el Colegio, fundado cada día, ahora por ellos, con el mismo encargo y compromiso que han tenido quienes lo comenzaron hace años.

Sería un desperdicio o un desdén inaceptables dejar que el olvido vaya borrando tanta inventiva y tan grande pasión educativa, como las que el CCH ha desarrollado, con mayor intensidad y originalidad que otras entidades docentes. En estos hechos está inscrito lo que valen los profesores y el orgullo que merecen tener por ello, que no se encierra en su satisfacción sino abre la puerta a toda la novedad todavía inexistente que las nuevas generaciones tendrán que descubrir y articular con el pasado y el futuro del Colegio.

El sitio está disponible en memoria.cch.unam.mx, y en él se irán concentrando los artículos publicados en la colección completa de Documenta, Cuadernos del Colegio, Eutopía en sus dos etapas y otras revistas menos duraderas, que serán accesibles para facilitar trabajos académicos sobre el proceso de construcción del Colegio mediante un buscador.

Por el momento, Memoria tiene disponible el primer número de los Nuevos Cuadernos del Colegio, una revista electrónica donde se seguirán publicando testimonios de los profesores sobre sus experiencias del intercambio humano y académico intenso que ha caracterizado su relación con las comunidades del Colegio y con la institución. Los interesados en participar, todos invitados sin excepción, pueden consultar la sección de información para autores.

Nuevos Cuadernos del Colegio

Presentación

La primera intuición de este proyecto nació de un recorrido innumerable de los propósitos, acciones acometidas, invenciones y fracasos, que hemos compartido en las comunidades del Colegio de Ciencias y Humanidades y que, una vez más sorprenden por su variedad, imaginación, generosidad y perseverancia rayana en alguna terquedad académica, digna de los propósitos generosos y exigentes que nos han guiado en la travesía de tantos años.

No se trata de fomentar una nostalgia de antiguos combatientes, sino de no dejar sumirse en los despeñaderos del olvido lo que todavía tiene valor para seguir construyendo nuestra comunidad educativa, a la que nuevas sangres hoy pertenecen y animan, y el encargo de formar más y mejor a un mayor número de mexicanos.

Puesta en la mesa esta baraja con la cara arriba, pasemos a exponer lo que pensamos indispensable que los profesores del Colegio, comenzando por los de más larga experiencia, y luego también los profesores recientes, pongan bajo la mirada de la comunidad docente.

El Colegio como experiencia educativa y colegiada excepcional

El Colegio de Ciencias y Humanidades ha tenido, en su origen y desarrollo, aspectos que han conferido a sus experiencias educativas valores que pocas instituciones han tenido la fortuna de producir y apropiarse.

No sólo la honda y avanzada concepción de cultura que sostiene su modelo educativo, según el cual conviene a los alumnos aprender no todo de todo ni meramente la comprensión conceptual de las ciencias, sino cómo hacerse dueños de una cultura en ciencias y humanidades que seleccione las más importantes de éstas y en ellas los contenidos ―conocimientos, habilidades y actitudes― que también lo sean en los dominios de cada disciplina.

Por otra parte, paradójica y afortunadamente, la UNAM depositó en el Colegio la esperanza de una reforma que llegara hasta la construcción de una nueva Universidad, ambición que, en esa modalidad y con esa denominación, naufragó ante la resistencia amplia de sectores dominantes en la institución, pero que alcanzó una realización mitigada y dispersa, si se consideran conjuntamente el Bachillerato del Colegio y su Unidad de Estudios Profesionales y de Posgrado, por una parte, y las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales, por otra, en la concepción original de las mismas, organizadas por departamentos, interdisciplinarias, con carreras en parte renovadas, confluencia de los haberes académicos de diversas facultades y escuelas.

Sin embargo, a pesar de la importancia del proyecto, el Bachillerato fue dejado a sus fuerzas y recursos, es decir, esencialmente a la responsabilidad y compromiso de sus profesores de asignatura, provistos de los programas del primer semestre y de unas pocas líneas que prácticamente se agotaban en el nombre de las asignaturas de los cinco semestres subsiguientes.

Se abrió así la posibilidad de una aventura afortunada que estuvo y sigue estando viva en muchos aspectos, la de inventar y crear una institución educativa avanzada, centrada, en el aprendizaje, que reconoce al alumno como actor principal de su formación y al profesor como guía y primer alumno en sus grupos, con los cuales aprende cuando enseña porque enseña a aprender. Con estas concepciones, pensábamos ya en 1971, crearíamos el nuevo Bachillerato nacional.

Formulamos colegiadamente los programas, los aplicamos, discutimos y reformamos; organizamos una vida colegiada que revisó las prácticas docentes, las planeó y evaluó; aplicó cuestionarios de evaluación de la docencia que los alumnos respondían; mantuvo firme su participación en los cursos de selección de nuevos profesores, introduciendo, además de la verificación de conocimientos en la materia que cada aspirante se proponía enseñar, la demostración de sus aptitudes docentes y su disposición para el trabajo colegiado.

Luego, a lo largo de los años, logramos la definitividad de los profesores, las plazas de carrera; se crearon órganos colegiados de área, que han sido aprovechados diversamente en tiempos y participantes, se reguló con pertinencia varia la vida académica, se impartieron innumerables cursos, que nunca han sido abandonados, pero tampoco siempre renovados y certeros; muchos profesores obtuvieron grados y el Colegio un Consejo Técnico numeroso y de mayor representatividad que la común en la UNAM; se ajustó el plan de estudios sin negar el modelo educativo, logramos establecer programas institucionales reconocidos como obligatorios, sin perder las libertades de creación del Colegio; los hemos revisado y se revisan de nuevo.

Subrayemos que todos estos trayectos, por supuesto portadores también de inevitables limitaciones ante las cuales nunca hemos cerrado los ojos, han sido colegiados y han permitido a los profesores, donde el artículo legítimamente señala a la mayoría de ellos, aprender a vivir en la academia universitaria y a crear los cimientos de una tradición de trabajo docente y de preparación continua, que no encuentra muchos paralelos en la UNAM misma.

Mantener la memoria de la vida académica del Colegio

Ahora bien, las experiencias adquiridas por cada profesor se mantienen en gran medida secretas, nunca olvidadas, pero apenas o insuficientemente compartidas. De ellas han participado los compañeros de nuestra vida colegiada en academias y grupos de trabajo, pero mucho menos la comunidad entera.

Aparece entonces la necesidad de recobrar estas experiencias y de ofrecerles permanencia y duración, por una doble razón. En primer lugar, porque el proyecto del Colegio sigue vigente y las nuevas generaciones tienen el derecho de conocer y apreciar las prácticas educativas que generaron sus predecesores en la docencia del Colegio y de recurrir a ellas, como ejemplo u orientación para buscar más adelante. Se afirmaría de esta manera la perduración del modelo del Colegio, que sigue siendo nuevo, como se pone en evidencia cuando otros, desde luego sin citarnos, intentan reformas del ciclo de Educación Media Superior y hablan de menos materias, pero de mayor trascendencia y de la enorme habilidad de aprender a aprender.

En segundo lugar, porque tenemos la responsabilidad de retener, por reconocimiento de sus valores educativos y disciplinarios, obtenidos con esfuerzos no siempre puestos en evidencia, lo que los profesores del Colegio han hecho por nuestro proyecto en el ámbito de su trabajo. Hay, en efecto, innumerables experiencias que merecen ser conocidas y de ninguna manera deben perderse, simplemente porque el Colegio no se ocupó antes de construir los medios de lograrlo.

Los Nuevos Cuadernos del Colegio es, entonces, un espacio para concentrar textos sobre la vida docente y académica del Colegio en un sentido amplio y, como siempre, libre. Para ello, además de recuperar, digitalizar y publicar en este espacio textos ya antes publicados de difícil acceso, iremos recogiendo la experiencia de la docencia y de la academia en el Colegio que los profesores, a comenzar por los de mayor antigüedad, han ido acumulando hasta ahora, y siguiendo con las de todos los que quieran participar en el enriquecimiento de este inventario, con los años, en principio, interminable.

Esta experiencia no es el relato de un acto aislado, acaso excepcional, sino la descripción de las prácticas docentes y académicas, cuyo origen inmediato y concreto no puede ser sino una profesora o un profesor en su identidad intransferible, que ha puesto en obra los aspectos distintivos del modelo del Colegio por decisión propia y nos dice en un texto cómo concibió los propósitos de su acción y cómo la desarrolló, con cuáles obstáculos tropezó y cómo logró esquivarlos, cuáles resultados obtuvo y cuánto los valora.

Los números de esta publicación digitalizada tendrán un periodo trimestral, al final del cual se publicarán completos y, algunas veces, reordenados. Los artículos de cada número irán apareciendo publicados en este sitio, a lo largo del periodo, según los autores los entreguen, con el propósito de compartir de inmediato con la comunidad las aportaciones de nuestros colegas.

Dejaremos así, el rastro de nuestros compromisos educativos, las concepciones del Colegio que han alimentado nuestras prácticas docentes y de cuyo valor no tenemos duda, porque también las sometemos a reflexión crítica sin descanso y las vamos reescribiendo y ampliando con saberes antes inexistentes y la consideración de las transformaciones culturales que hoy resultan insoslayables, sin nostalgias ni apegos injustificados, pero sin dejarnos llevar por la ambición de menospreciar lo durable, si cumple la condición de estar racionalmente fundado y ser de utilidad para seguir orientando la trayectoria del Colegio de Ciencia y Humanidades.