Publicaciones sobre la experiencia docente del CCH

El CCH y sus cambios: un periplo personal
Nuevos Cuadernos del Colegio Número 4


Fecha: 2014-10-30
Área: Ciencias Experimentales
Materia: Física I y II
Temática: Formación docente
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Autor(es)
Enrique Zamora Arango

Palabras clave: vida académica, administración del CCH, cambios

Pertenezco al Colegio y me siento parte de él. He vivido una buena parte de mi vida en él y he tenido el honor de participar, en algunos momentos de la vida del Colegio, en posiciones para mí privilegiadas, aun sin merecerla.

…Es mi primer encuentro con el Colegio; me asignaron un grupo de Estadística, me indicaron amablemente en que salón daría la clase y dónde podía acudir por gis, borrador y ¡Listo. Ya eres profesor del CCH! (ya había cumplido con el examen filtro correspondiente). Es mi primera clase, entro al salón y todas las miradas de los alumnos del grupo están sobre mí, por un momento no sé qué hacer, pero… yo soy el profesor y tengo que dar claro,… ¡claro! Jóvenes, mi nombre es Enrique y,…

Salgo de la clase y en ese momento decido que el CCH será el lugar donde me desarrollaré como docente en los siguientes años de mi vida, si las condiciones lo permiten.

Comienza mi periplo como docente en el Colegio y desde entonces sigo disfrutando de la libertad que sentí desde la primera clase a la que asistí gustosamente al Colegio. El primer periodo comienza como un sufrido profesor interino de Asignatura “A” con un horario de todo el día e impartiendo Matemáticas, Estadística, Física y Lógica matemática. El Colegio apenas es adolescente, cumple dieciséis años y se encuentra en una situación difícil. El entorno económico, político y social es bastante adverso. La Universidad acaba de salir de una huelga estudiantil importante, aunque, en mi opinión, bastante estéril, el único beneficio: reposicionamiento político de los funcionarios de la Universidad y de los líderes que impulsaron la huelga. En el Colegio se cristaliza una consecuencia de la huelga en los foros de “preparación al congreso universitario” que nunca llegó.

En los primeros tres años de profesor de asignatura, me percato de la amplia participación política del Colegio en su interior y hacia su exterior. Me toca al inicio la huelga del STUNAM de 1988 donde, meses antes el honesto Carlos Salinas de Gortari se incorpora a ocupar la Presidencia de la República, después de una elección llena de participación democrática y legalidad (cualquier parecido con la ficción es mera coincidencia).

Me toca participar en las asambleas de profesores en las que, dada la condición de hiperinflación y pérdida del poder adquisitivo del salario, se demanda aumento salarial y mejores condiciones laborales. En el camino fui nombrado, en asamblea democrática, coordinador del Área de Matemáticas: en esta etapa aprendo muchísimas cosas sobre el Colegio y me toca encabezar asambleas de académicos del Plantel Naucalpan, que demandan aumento salarial y mejores condiciones de trabajo, muchos de los maestros participantes mayores que yo y varios de ellos con una formación política que me superaba ampliamente.

Una de las cosas que para mí tenía mucho valor en el Colegio es aquello que siempre se dice de la formación de los alumnos: queremos que sean críticos, participativos, informados, creativos, interesados por los problemas del país y de su entorno. Por lo menos una buena parte de los profesores lo llevaban a la práctica de una forma clara, lo reflejaban en la formación de sus estudiantes y en su participación académica y política al interior del plantel.

El Colegio, aunque joven, se perfilaba como la construcción de una institución sólida y dirigida a cumplir con los fines para los que fue creada. Con poblaciones enormes por plantel, alrededor de los 18 000 alumnos, 450 profesores y otros tantos administrativos; cuatro turnos que hacían parecer que el Colegio era un centro vacacional por la gran movilidad de la población en el interior de los planteles. Por supuesto, aun con serios problemas de “porrismo” y todos aquellos asociados con la etapa de los adolescentes, el Colegio representaba una opción muy interesante como posibilidad de formación de un bachiller.

En esa etapa, el egresado aún tenía un perfil característico: chavos muy participativos, acostumbrados a la investigación (tanto documental como experimental), con una formación para el desarrollo de discurso verdaderamente notable en su momento. Lamentablemente y no sin cierta justificación, esa no era la imagen que del Colegio se tenía desde fuera: de grillos y huelguistas no nos bajaban.

Esos tres años representaron para mí el primer acercamiento al Colegio, su importancia y su potencial como institución formadora de posibilidades de cambio, en un país aún lleno de caciques en todos los ámbitos imaginables.

Casi al término de mi periodo de coordinador del Área de Matemáticas y con la posibilidad de regresar a la actividad docente de tiempo completo y salario incompleto: con un horario de todo el día, pagos tardíos, a sueldos eventuales e inestabilidad laboral, se presenta la situación de cambio de Director del plantel y en ese momento precisamente continua el movimiento de los profesores de toda la Universidad por una mejora salarial urgente. La solución que surge es el diseño de un programa de estímulos para los profesores, que posteriormente se generaliza a los trabajadores de base. Dicha medida, aunque fue recibida con desconfianza por los profesores, resultó un mecanismo muy eficiente de desmovilización, con ayuda de la actitud, en ocasiones apática, de muchos profesores, para quienes iniciamos la participación por mejorar las condiciones laborales de los profesores del Colegio.

Para mí solo existían dos opciones: regresar a las clases, como ya lo mencioné, o retirarme del Colegio a buscar otras opciones más promisorias para mí y mi familia, que en ese momento ya había formado. Sin embargo, se presentó la oportunidad de ser invitado por el Maestro Rafael Familiar González (e.p.d.) para formar parte de su equipo directivo, como Jefe de Sección del Área de Matemáticas, lo cual acepté con gusto y aquí es donde inicio la aplicación de lo aprendido en los tres años anteriores, al trabajar con profesores del área de Matemáticas, pero ahora desde una posición aparentemente distinta.

Cabe aclarar que en ese momento el Colegio estaba dividido en profesores, alumnos, trabajadores y “autoridades”; así se les llamaba a quienes se encargaban de la administración del Colegio desde puestos directivos en el nivel local o central. Así, pasé de ser un profesor “activista” a ser “autoridad” en la perspectiva de quienes así veían las cosas en el Colegio. Mi perspectiva nunca fue ésta, desde que ingresé al Colegio vi una oportunidad de desarrollo como académico y docente que no distinguía estar en una ubicación o en otra. Aunque se hablaba de bandos y de estar en un lado del barco o en otro, para mí el Colegio es un solo barco y en él sigo navegando como un pasajero que colabora para que avance y cada vez sea mejor, hasta que deje de estar con él en el viaje.

Ahora, desde la jefatura de sección, fue posible, durante un año aproximadamente, percatarme de lo enorme y complejo que es el Colegio. Asimismo, de su riqueza y de su potencialidad como un elemento de cambio social dentro de un sistema educativo con grandes carencias y problemas. Conocí también cómo se establecían las políticas académicas en el Colegio y cómo, mediante acciones concretas, se avanzaba en un sentido en el que se requería mayor dirección para la actividad académica y docente de los profesores en general y para mejorar el desempeño de los alumnos también.

Recordemos que, durante muchos años, el Colegio sufrió el problema del ausentismo de sus profesores, la falta de evaluación de la eficacia del trabajo de los maestros y trabajadores administrativos, la falta de apoyo al egreso de los estudiantes, así como del apoyo a una formación más sólida y acorde con los cambios que se venían presentando en los años 90, como el uso de la computadora e Internet, como fuente de información y comunicación, que ahora es la constante cotidiana, entre otros elementos.

Ocurrían cambios en el mundo que imponían al Colegio ubicarse mejor en esas perspectivas que lo tendrían que redirigir hacia nuevos caminos, la caída del muro de Berlín y, en general, las transformaciones que ocurrieron en el bloque socialista, fueron solo algunos referentes que tuvieron incidencia en los cambios que tendrían lugar en el Colegio, aunque esto pueda sonar exagerado.

También fue posible iniciar como Jefe de Sección y desde el Consejo Académico del área de Matemáticas, algunas actividades de tipo colegiado que apoyaban algunos aspectos de los señalados anteriormente, como el encuentro de profesores de matemáticas, “Mathema”. En ese encuentro, se permitía la interacción y la colaboración entre profesores del área con una intención clara y concreta: mejorar el desempeño de los profesores en el aula.

En el arranque de los 90, ya se había iniciado, desde la Coordinación del Colegio una acción de dirección académica para atender un “reclamo” de profesores y alumnos, pero que estaba asociado con un asunto que se requería desde instancias externas al Colegio y a la Universidad: la evaluación institucional. Esa acción correspondía a la actualización de los programas de estudios que dio lugar a la Actualización del Plan y los Programas de Estudios del Colegio con la correspondiente concreción del modelo del Colegio a los tiempos que ya no eran los mismos 20 años después.

En 1991, la Dirección del Plantel enfrenta dificultades políticas que se agudizan por un problema que afecta cotidianamente al plantel y es la cobertura de grupos (la asignación de profesores a grupos vacantes por causas diversas: licencias, comisiones y permisos entre otras). Dicha actividad es resuelta por el Secretario académico en turno. Sin embargo, en ese momento y vinculada con la preparación de los cambios que se generarían en la actualización del Plan y los Programas de Estudios se presenta una serie de problemas “políticos” que dan lugar a la renuncia del Secretario Académico en turno. Como consecuencia, el maestro Familiar se da a la tarea de asignar al responsable de continuar con el trabajo, que en ese momento resultaba bastante complejo. Así, (nunca supe cuáles fueron sus motivaciones), me invita a que continúe colaborando con él, pero ahora como Secretario Académico del Plantel. Por supuesto, mi primera respuesta a la propuesta fue un rotundo no, en consideración de que apenas contaba yo con experiencia, a mi juicio insuficiente, para asumir ese encargo con dignidad.

Le pedí al estimado maestro Rafael que buscara entre los profesores del cuerpo directivo una mejor opción para ocupar el cargo, dado que no me sentía en ese momento en condiciones de asumir dicha responsabilidad; el maestro Familiar insistió y le pedí que me diera tiempo (tres meses) para resolver algunos asuntos personales que me impedían dedicarme de tiempo completo a esa actividad en caso de aceptar. Así, a fines de 1991, me incorporo como Secretario Académico del Plantel en una situación especialmente difícil con algunos grupos de profesores de Ciencias Experimentales y de Historia, entre otras más, propias de las tareas de la Secretaría.

En la Secretaria Académica me es posible participar ahora de una posición privilegiada en tanto que me permite conocer, con todo detalle, cómo está estructurado el Colegio, cuáles son sus espacios, cuáles sus dificultades y carencias, cuáles, por decirlo al modo del Dr. Jorge Carpizo, sus fortalezas y debilidades.

Voy ubicando ahora una visión global del Colegio y me toca el periodo de mayor cantidad de cambios que se han dado en él y en el cual se enfrentan enormes resistencias que obedecen a todo tipo de intereses. Desde ahí y hasta 1998 cuando dejo el cargo de Secretario Académico por motivos personales, me toca participar de manera directa o indirecta en la toma de decisiones que dan lugar al Colegio en la actualidad. Entre esos cambios están los siguientes:

          Se crea el Consejo Técnico del Colegio.

          El CCH deja de ser una institución que incluye licenciaturas y posgrados para ser Escuela Nacional, lo que implica que ahora el CCH solo será parte del Bachillerato Universitario.

          Se modifica el Plan y los Programas de Estudios del Colegio.

          Se reduce la matrícula de ingreso al Colegio.

          Se cambia a dos turnos en lugar de cuatro.

          Se crea el Sistema de Laboratorios para el Desarrollo y la Innovación (Siladín)

          Se crea el programa de estímulos en toda la Universidad

          Se abren plazas de carrera que benefician a un número importante, aunque insuficiente, de profesores

          Se modifican algunos elementos de la legislación interna del Colegio, como el Protocolo de Equivalencias y el Reglamento de Asignación de Horarios, entre otros.

El Colegio ha cambiado y sus profesores y trabajadores también. Ya no es el Colegio participativo y combativo de sus primeros veinticinco años. Ahora se presentan otras condiciones y los cambios en la estructura Directiva y del Plan de estudios han tenido influencia en ello.

El Colegio conserva su esencia como institución de vanguardia y ahora con una madurez que le da la certeza de poder contribuir con apoyo a la formación de mejores personas, tanto profesores como alumnos, que puedan participar en la sociedad para cambiarla y mejorar.

La siguiente etapa, 1999 en adelante, está llena para mí de nuevas cosas y nuevos proyectos: dentro de ellas está participar como funcionario en Siladín del Plantel y en 2003 cursar la maestría en docencia, MADEMS, y tiempo después ocupar el cargo de Jefe del Siladín Central durante cuatro años; hay más cosas que decir.

Aunque aún no me bajo del barco en el que navega el Colegio, para mi esa etapa de 1991 a 1998 representó una fuente de formación y crecimiento tanto académico y docente como laboral; así he recibido mucho de la Universidad y del Colegio, pero siempre he tratado de corresponder con mi trabajo, honesto y comprometido, a ese “cobijo” que nuestra Institución nos da a todos los que laboramos en ella.Ì