Publicaciones sobre la experiencia docente del CCH

Cómo mejorar y fortalecer la experiencia docente a través del confinamiento
Memorias del Coloquio "El Modelo Educativo del Colegio ante los nuevos desafíos" .


Fecha: 2021-01-04
Área: Histórico Social
Materia: Filosofía I y II
Temática: Práctica docente cotidiana
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Autor(es)
María del Carmen Calderón Nava

Palabras clave: No contiene palabras clave

Independientemente de lo molesto, tedioso, rutinario del confinamiento, voy a tratar de mostrar un (en singular) punto positivo del mismo en relación con la asignatura de Filosofía.

El tratar de enseñar el proceso del filosofar sin adoctrinamiento (aunque sea mucha la tentación, no se trata de adoctrinar a un mini-marxista, o post-moderno, o post-estructuralista) es la ocasión de dar a los alumnos las condiciones de posibilidad para que por sí mismos, se den cuenta que se puede pensar de manera diferente sin dejar de ser ellos mismos. Que por obtuso que pueda parecer el otro, a lo mejor su propuesta puede ser plausible, que aquel que creía era un enemigo, tiene más en común conmigo de lo que pudiera imaginar.

Y el confinamiento abrió un espacio: el espacio de la reflexión (de re: volver y flexionar, doblar) De una reflexión con dos caras: a) con el que reflexiona y b) con el otro, con la comunidad en la que estoy, con mi entorno.

Por eso comienzo con la reflexión filosófica ¿qué permite esta? ¿Para qué sirve?

Si el servir está centrado en términos de utilidad pragmática, diría que para nada, pero es una reflexión que va, por primera vez al en sí mismo de las cosas. Es decir, es un preguntar que trasciende la inmediatez para ir a lo trascendente, por ejemplo, no es lo mismo preguntarme ¿para qué me sirve este arbolito que tengo en mis dos metros cuadrados? A de repente preguntarme ¿Qué es el árbol? ¿Por qué todos los árboles tienen una estructura similar? ¿Por qué independientemente de la época y la cultura el ciclo del árbol seguirá siendo el mismo?

Primera parte del confinamiento: aprender a reflexionar, a encontrar denominadores comunes independientemente de las limitaciones geográficas, culturales, religiosas e ideológicas, el preguntar es el mismo. Ahí radica la magia y el gozo, pero y, ¿qué con la respuesta? Y ver que hay diversidad de metodologías para aprender a pensar correctamente con argumentos. Aprender que no hay una sola y única respuesta, que no es cierto que vivimos en el extremo del blanco/negro, sino que más bien nos movemos y construimos a partir de toda una gama de grises.

El enseñar que los absolutos no funcionan y que son sólo soporte de algún eje didáctico, de alguna teoría, modelo o ideología, quizás ayude a reconocer al otro y ¿no se trata de eso la humanización?

Pero para realizar lo anterior se necesita tener claro que el tiempo es procesual, y ahí entra el confinamiento y la gran oportunidad de aprovecharlo como tal. Quizás el confinamiento humanice…

El confinamiento también puede servir para entender que los tiempos fragmentados son una creación ideológica más. Que tú eres tu tiempo, y que no hay vuelta atrás. Que, como diría Heráclito, todo cambia menos la forma en la que cambian las cosas. Y que el descubrimiento de que tú eres tu propio tiempo está aparejado a cómo te preguntes sobre el mismo, pues parte del filosofar es el preguntar, como problematizar, pues solo así puedo descubrir que las preguntas realizadas por los primeros filósofos, los presocráticos, siguen siendo las mismas en pleno siglo XXI y que, entrando al segundo punto, lo importante no es la respuesta sino el preguntar mismo. Saber preguntar dio origen, y sigue dando, a las ciencias y a las nuevas disciplinas: ¿Qué es el Ser?, ¿Qué es la energía? ¿Por qué esto tiene valor? Preguntas mediante las cuales no son las cosas quienes contestan sino nosotros, nuestra razón, de ahí que, necesitemos aprender a razonar para poder ser. Pero el preguntar filosófico no es una pregunta arbitraria, al azar, al momento, sino que es un pensar metódico que entrelaza ideas teóricas con ideas precisas de un hombre que siempre está en “algo por hacer”. Esto es, el filosofar ayuda al hombre a construirse como hombre. El hombre se configura al descubrirse como ser incompleto, inacabado, cambiante, por eso, el proceso del filosofar no es algo que se necesite para fines prácticos, no es ni utilitario, ni remunerado, sino que en el esfuerzo mismo del pensar se descubre su sentido y su ayuda en la autorrealización del hombre.

La filosofía cuestiona, pero a la vez da sentido a la unidad en la multiplicidad. Lo uno en lo múltiple, de ahí la pregunta ¿Qué es el Ser? que no busca una descripción de lo que hay, sino la búsqueda del común denominador de la existencia.

El preguntar filosófico tiene la característica de que puede pasar de la interrogación de la fundamentación universal de los fenómenos naturales que acontecen en la realidad, a la búsqueda de los límites del deber ser, tanto individual como colectivo, y, simultáneamente a la búsqueda de algo denominado belleza (o su contrario). Por eso, la filosofía no consiste en una simple descripción de lo que hay, sino que da las posibilidades de realización de ordenaciones, configuraciones, y claro, transformaciones.

Por eso, la filosofía necesita de toma de posiciones, de compromiso, de búsqueda de denominadores comunes universales, lo que tiene que ver con la autonomía. ¿Qué esto es ambicioso? Sí, claro, pero no se pretende abarcar la totalidad, sino aprender a plantearla, razón por la que no basta que sistematice conocimientos o métodos, sino que vincule. El proceso del filosofar muestra esa capacidad vinculatoria que, aunque esté ante nuestros ojos, pasa desapercibida. El que no pueda afirmar que “todo es lógicamente posible” no cierra la posibilidad de pensar o ver de manera diferente, sino que descubre el principio de autonomía, un principio metódico inevitable, básico, que pretende ser vinculatorio de aquello que denominamos realidad.

Es pues un saber distinto que, a lo mucho, coordina, da pautas, marca ejes. El que no llegue al principio último de la universalidad no implica que no busque “lo mismo para todos, y que “no pueda ser de otra manera para todos” con lo que abre a las ciencias el dominio práctico de la universalidad en el ámbito particular.

Del hecho de un preguntar universal también surge un “arte de vivir”, una aspiración de dar una teoría del mundo y de dar valor a la vida a partir de una reflexión sobre lo real. Cómo vivir mejor, cómo tener una buena vida. Entonces, el proceso del filosofar abarca desde la explicación racional de los procesos naturales, hasta la experiencia moral de la búsqueda de aquello que oriente y de sentido a la acción humana, de la experiencia de aquello que sólo es producido por el hombre y de que también puede crear una sensación de goce.

El proceso del filosofar permite transitar de lo subjetivo a lo colectivo y viceversa, permite entender lo uno en lo múltiple, así como la multiplicidad en la unidad.

Asimismo este proceso posee otra característica vital para los adolescentes de educación media superior: la autocrítica, la capacidad de no sólo cuestionar el entorno sino también su propio proceso, y en ese auto cuestionamiento podemos ver como surgen nuevas disciplinas alternativas. Quizás es la capacidad de no creer en absolutos, de ubicarse en una temporalidad limitada o quizás acercarse a la verdadera dimensión de lo humano, pero todo eso es parte del “enseñar filosofía”, o quizás es sólo acercarnos de otra manera a la pregunta de si la vida merece ser vivida.

¿Tiene sentido seguir enseñando filosofía a nivel medio superior?

A manera de conclusión de lo antes expuesto, trataré de mostrar cómo el pensamiento reflexivo, cuestionador e inquisitorial (esto es, en el buen sentido, el pensamiento filosófico) ayuda a que las personas tomen acciones concretas, razón por la cual se ciñe como una enseñanza indispensable para el futuro ya casi presente.

Es decir, más allá de la riqueza teórica disciplinaria de su núcleo, la enseñanza filosófica ayuda no solo a tomar mejores decisiones, sino a emprender acciones. Y, esto en los tiempos actuales es de vital importancia ante alumnos que se encuentran, por un lado, saturados y asediados por todo tipo de información, y por otro, con tal cúmulo de alternativas que muchas veces bloquean la capacidad de ponderar alternativas viables y sanas tanto para el manejo de su presente, como para potenciar el futuro.

Una de las enseñanzas más importantes de la filosofía es la de enfatizar, independientemente del cómo, que nuestra existencia como humanos es única y vital. Nuestras experiencias nos construyen, sin importar cuáles sean éstas. De ahí que su enseñanza sea siempre una provocación, un llamado de alerta a la conciencia.

Por eso, su enseñanza nunca significa estar ante un recetario de cocina, sino que, simplemente, al develarles a los alumnos todo lo que implica el proceso de aprender a reflexionar, a pensar sobre sus propios pensamientos, sobre los otros y sobre su tiempo y contexto, (proceso que por cierto, solo lo pueden llevar a cabo ellos mismos), conduce a que la filosofía se empiece a mostrar como el antídoto más poderoso contra las falsas creencias, las ideologías de moda y los dogmatismos absolutistas.

La enseñanza de la filosofía en el nivel medio superior ayuda a desdoblar conciencias. Es decir, cuando los alumnos descubren parte de cómo piensan y cómo lo dicen, los vuelve observadores y participantes más activos tanto de sus propias narrativas como de las de los otros. Visualizan el significado que le dan a ciertas situaciones que aprenden a ver de manera diferente. Y, sobre todo, se asumen con compromisos más reales, viables y acordes a su cotidianidad.

Si bien la enseñanza de la filosofía no da soluciones, hace ver el panorama integral y total, quizás en muchos casos, más confuso y conflictivo, pero que ayuda a que se aprenda a diferenciar entre lo objetivo y subjetivo, la opinión y el conocimiento, lo verdadero y lo falso, lo imaginativo de lo fáctico, mostrando que entre los extremos existen múltiples variaciones sutiles, mínimas, pero que nos condicionan como sujetos de nuestro tiempo. Desmenuza absolutismos, cerrazones y falsos dilemas.

Ayuda a la comprensión no sólo de la realidad, sino del otro. Y, ¿no es esto educar para ser mejores personas y, por ende, ciudadanos?

¿Por qué en la media superior? Porque quizás es la época en que se navegan más dilemas, contradicciones, todo permea y todo inunda, pero un pensamiento filosófico serio, académico, argumentado, siempre expande horizontes, aún a pesar nuestro.

Mtra. María del Carmen Calderón Nava

Desde hace 40 años, profesora de Filosofía en el CCH Sur.

Ha coordinado y diseñado seminarios institucionales para la formación de profesores, así como grupos de trabajo colegiado.

Ha obtenido la cátedra especial Eduardo Blanquell, así como el Premio Universidad Nacional.

Ha cursado 7 diplomados, realizado estancias de investigación e impartido cursos de formación para profesores.