Publicaciones sobre la experiencia docente del CCH

Importancia de la carrera académica
Nuevos Cuadernos del Colegio Número 2


Fecha: 2013-10-15
Área: Histórico Social
Materia: Historia de México I y II
Temática: Formación docente
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Autor(es)
Susana Huerta González

Palabras clave: carrera académica, actualización docente, educación democrática.

Lo más trascendental de mi vida es haber ingresado a dar clases en el Colegio de Ciencias y Humanidades y quedarme el resto de ella formando parte de la UNAM, lo cual me permitió y permite mantenerme en equilibrio bío-psico-social, que me ayuda a establecer relaciones cordiales y formativas con los alumnos.

A partir de ello, ha sido la academia lo que guía la mayor parte de mis actos. Lo que elijo como actividad fuera del Colegio, es casi siempre pensando en mis alumnos, en la Historia, en la UNAM. Con lo anterior expreso mi primera opinión en torno a la Carrera Académica, la comencé en 1971 cuando asumí pararme frente a un grupo y compartir con ellos mis fortalezas y mis debilidades.

De manera formal ingresé a la llamada Carrera Académica en 1986, a través de la  Complementación Académica. Algunos cambios de esta situación nueva fueron que debía presentar anualmente un trabajo extra de apoyo a las clases, es decir, había que iniciarme en investigar un tema, teorizar sobre mi práctica docente o aquello que me llevara a  planear y dirigir mi labor con nuevos parámetros, entre otros lo que haría dentro del aula y fuera de ella, como complemento o fortalecimiento de la enseñanza-aprendizaje. La experiencia paulatinamente me condujo a elevar mi conciencia educativa y organizar mi tiempo, pues la profesionalización traía exigencias amplias. Algunos frutos fueron la reducción del número de grupos y alumnos que debía atender, pero también una mejora en el salario.

Hacer proyecto e informe anual implicaba pensar el acto educativo: antes, durante y después. Escribirlo era otro esfuerzo y todo apuntaba a una constante superación y actualización en mi disciplina y en lo didáctico. Ya varios años después, también en las TIC y en…

Mi nombre es Susana Huerta González, desde 2006 soy profesora de Tiempo Completo Titular C. Me hace feliz saberme parte de la generación de fundadores de este proyecto único en México, que es el Colegio de Ciencias y Humanidades.

He incluido al final, en una línea del tiempo, parte de mi historia académica. En ella comparto con quien lea este escrito, algunas actividades de mis 42 años de ejercicio docente y 25 de carrera académica. Soy historiadora empírica, pues, al ingresar a impartir Historia, yo era alumna de las últimas materias de la Carrera de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Posteriormente cursé la carrera de Derecho y hoy, yo misma me pregunto: ¿Por qué no estudié Historia en lugar de Derecho, que jamás ejercí?

Fui dominando paulatinamente el manejo de la disciplina, el reto fue siempre para mí ¿cómo conducir a su aprendizaje, a los alumnos? Esto ha sido y es mi mayor preocupación, capacitarme en la didáctica a través de múltiples cursos de didáctica que me han permitido ir librando el momento. Sin embargo, lo que me permitió dar grandes saltos fue involucrarme cada vez más en lo que la Carrera Académica solicitaba: primero, ser observadora de mi propia práctica, iniciarme en la investigación educativa y posteriormente compartir con mis pares para construir alternativas colegiadas.

De esa manera fui adquiriendo cada vez mayor profesionalización en mi formación como docente, aunque fue significativo desde mi ingreso acercarme a instancias como el Centro de Didáctica y el CISE.

Aprender a enseñar y conocer las diversas ramas de las ciencias sociales no sólo lo he logrado a través de la práctica, sino también a partir de reflexiones amplias y profundas, entre otras, recordar cómo lo hicieron algunos de mis extraordinarios profesores, a los cuales en alguna ocasión visité para continuar abrevando de su extraordinario conocimiento: Juvencio Wing, Germán Guzmán Campos, Ernesto Barona, Paty Villalobos… No me alcanzaría este espacio para incluirlos, pero quedaron en mi memoria para siempre.

Otra luz en mi carrera académica fue formarme psicopedagógicamente. De ahí que la psicología acompañó a la pedagogía en muchos momentos, sobre todo cuando ambas me daban pistas sobre la adolescencia, ya que es la edad de mis alumnos y, en la medida en que pasaba el tiempo, esta orientación se convertía en otra necesidad, pues las distancias entre mi generación y las de mis alumnos iban siendo mayores y me preocupaba carecer de sensibilidad suficiente para ver empáticamente a mis alumnos-adolescentes.

Así las cosas, me interesé también en aprender neurolingüística, pues me permitía identificar los aspectos sensibles y emocionales que rodean al joven-ser humano y a sus aprendizajes; la bioenergética, educación física y algunas actividades artísticas comencé a verlas como aspectos que me armaban para esta labor y que también me permitían estar bien yo, pues me capacitaban para construir mejores relaciones y conducir por senderos más completos mi trabajo en el aula.

Fue importante observar que la construcción del ambiente áulico era una labor fundamental para la convivencia saludable de todos los que formábamos el grupo académico. No sólo es necesario para inducir todas las formas más innovadoras de trabajo hablando en términos didácticos, sino que resulta hoy ser una opción alternativa o respuesta social al mundo externo cada vez más violento.

Los cambios acelerados del sistema capitalista actual y de la revolución tecnológica generaran modificaciones significativas en todas las relaciones sociales, y en lo que al trabajo de enseñanza-aprendizaje se refiere, enlaza o hace que se encuentre a profesores y estudiantes con características nuevas, con aptitudes y habilidades diferentes. El docente formado domina la disciplina y en muchas ocasiones el alumno domina la tecnología; si son esas las circunstancias, entonces las actitudes que construir en el proceso de enseñanza-aprendizaje son intercambiar habilidades, construir horizontalidad, tolerancia y respeto ante la nueva situación de dos sujetos históricamente distintos.

Existen otras diferencias que nos exigen actualización en todo: hoy, en salones, escuelas y universidad tenemos más alumnas que alumnos. Estas condiciones deben conducir a cambios en contenidos disciplinarios y también en los actitudinales, pues algunas temáticas, como los estudios de género y el respeto a las diferencias, también obligan a construir nuevas actitudes; cobran vida, entonces los contenidos ampliados.

Esas nuevas actitudes son, y así las considero, de suma importancia para una carrera académica, nutridora de seres humanos incluyentes, además de la razón, esencia de la ciencia, de valores, sentimientos, afectos; esto es, si queremos futuros jóvenes transformadores, sólo un trato asertivo, positivo o constructivo, puede formarlos, por lo cual es el docente el primero que debe poseer esas cualidades y valores, para trasmitirlos a los estudiantes. Equiparo esta actitud con dar un sentido democrático a la educación y se aplica también en el aula.

Por ello, un acento necesario en la formación de los profesores es incorporar, de manera integral, aspectos que generen seres contentos con lo que hacen, para que sean capaces de aplicar esta actitud en un trato igual a los alumnos. En ello, la institución juega un papel fundamental y una necesidad es ampliar las acciones para extender la carrera académica a un mayor número de profesores, pues puede favorecer y asegurar mejores resultados en la formación de los alumnos en la escuela y, por supuesto, capacitar a ciudadanos del mundo con mejores valores; de ahí la importancia de un profesor bien pagado y mejor formado.

La carrera académica, desde mi punto de vista, sí me ha proporcionado parte de esos elementos.

Me ha permitido, en efecto, ir dando a mi formación un manejo integral para percibir que las actuales generaciones han nacido en condiciones de avances tecnológicos vertiginosos, de crisis socio-económica y política aguda y en circunstancias de crisis de valores, de violencia generalizada y en ascenso y, sobre todo, de gran desigualdad, por lo cual requieren de una educación que les ofrezca opciones para aprender a vivir en esas circunstancias.

Poner nombre y apellido al tipo de educación que se debe ofrecer, me parece secundario. Se requiere asentarla en una normatividad de valores y de ética; para lo cual es fundamental que el docente, además de dominar su materia, conozca lo que algunos denominan “superación personal”, que yo denominaría poner en el centro: la autoestima y la metacognición.

Es una respuesta a la violencia institucional, que busca sembrar miedos y callejones sin salida.

La formación académica, si es una carrera infinita y tiene senderos diversos, ¿qué nombre ponerle?... Mejor me propongo pensar que debe tener o integrar: una filosofía de vida, de amor, compromiso y ánimo; para mí incluso inyectada de sueños, anhelos y utopías; de observar lo mejor de todo y de todos y recogerlo para una educación con ética y constructora de esperanza.

Los jóvenes y las generaciones actuales requieren que se les fomente ilusión, confianza, seguridad y ser estimulados para elevar su autoestima. El docente que no reconoce la importancia de lo anterior, aunque tenga grados académicos elevados y posea amplio dominio de su disciplina, carecerá de la sensibilidad para ponerse al nivel de las necesidades del adolescente-alumno.

Insisto y reitero que los alumnos actuales son bastante diestros en aspectos técnicos, son ágiles, manejan aspectos que quienes nacimos a mediados del siglo pasado o antes, en ocasiones poco dominamos; entonces, la clave es interaccionar colaborativamente para que todos los comprometidos en la enseñanza-aprendizaje nos superemos. De ahí la importancia de docentes tolerantes y con una concepción clara, abierta y consecuente de educación democrática.

Concibo, por lo anterior, la carrera académica como una constante revisión de las disciplinas que rodean el estudio y la comprensión de nuestro México actual, de los factores que lo han determinado en el tiempo y han configurado todo su espacio, y de la circunstancia de vida de sujetos que tienen que estar al acecho para defenderse, incluso hasta de los poderes internos. Los sujetos históricos que lo conformamos, también merecemos, como los alumnos, ver el futuro con optimismo, lo cual aunque difícil, es lo que puede permitir construir expectativas que, aunque utópicas, alienten un mañana mejor.

Es ahí  donde los retos para las Ciencias Sociales y la Historia, aun en la adversidad, deben tejer y construir. Por ello, la importancia de sumar a la formación académica disciplinaria, la formación académica pedagógica[1] y la actualización en el manejo de las TIC. Éstas nos apoyan. En mi concepción, las TIC son una posibilidad de intercambiar, comunicar, dialogar, para conocernos más… para retroalimentar, para identificar dónde están las necesidades y es ahí donde cabe la posibilidad de construir conocimiento y pensamiento crítico.

Reitero que la carrera académica me ha permitido comprender algo de lo anterior y luego reorientar y reconceptualizar mi formación, pues identificar algunos medios que faciliten la tarea, aunque exijan capacitarme en algo que me cuesta mucho esfuerzo, no es fácil, pero, acompañada por mis alumnos, también configura una diferente forma de ser y de actuar como profesora.

Cierro reconociendo algunas bondades de mi Carrera Académica: permitirme combinar docencia e investigación; tener mejores condiciones laborales y de acceso a elegir las formas de profesionalización; situación que debería de ser un derecho de los profesores de todos los niveles educativos, pues sería la mejor garantía para tener resultados exitosos.

¿Dónde estuvo entonces mi entrega irrestricta a la docencia?... En que la carrera académica me proporcionó mejores condiciones de vida y la posibilidad de costear la mayor parte de las capacitaciones que arriba describo.

Por ello, considero que ese es el camino, y no la violencia, para que la escuela, la Universidad y nuestro Colegio posean una carrera académica integral que fortalezca la formación también integral de los sujetos de un país para ellos y de un mundo mejor.

¡La carrera académica me ha permitido ubicar y combinar ciencia con utopía…y con poesía! ¡Realidad con deber ser!

Termino con una poesía escrita por Arturo Trejo Villafuerte, titulada…

 


[1] Recojo la definición de pedagogía, como la ciencia que se ocupa de la educación y de la enseñanza, más concretamente de los conocimientos sistematizados sobre la acción educativa. Enciclopedia de Pedagogía. Tomo 5 Espasa Calpe. España, 2004, p. 1070.